“Echo de menos los viejos tiempos” dice, como si aquellos tiempos fueran una utopía romántica donde todo fluía. No. Eran tiempos donde las mujeres no podían tener una cuenta bancaria sin permiso, no decidían con quién follaban sin ser juzgadas, y salir a cenar era una transacción encubierta de sumisión social. El chico “planificaba” porque ella no podía ni plantear. No era elegancia, era desigualdad estructural. Ahora podéis elegir, proponer, llevar la voz cantante, coger el coche, pagar la cuenta, montar el plan… pero resulta que no os apetece. Preferís que os entretengan, os lleven, os saquen, mientras vosotras os “ponéis monas”. ¿Dónde está el empoderamiento que tanto predicáis? ¿No era eso lo que queríais? Pues la iniciativa va de la mano. No vale exigir igualdad cuando toca cobrar, pero pedir trato de reina cuando toca actuar. La frase “qué hacemos” no es falta de iniciativa, es respeto. Es reconocer que sois adultas con agencia, no floreros decorativos esperando que otro os organice la noche. Lo que molesta no es la pregunta, es la carga de tener que pensar, decidir y corresponder. Lo que molesta es que la pasividad ya no viene con premio. Y claro, si no hay pedestal asegurado, empieza la nostalgia selectiva. No es que antes fuera mejor. Es que antes os salía más barato.
“Echo de menos los viejos tiempos” dice, como si aquellos tiempos fueran una utopía romántica donde todo fluía. No. Eran tiempos donde las mujeres no podían tener una cuenta bancaria sin permiso, no decidían con quién follaban sin ser juzgadas, y salir a cenar era una transacción encubierta de sumisión social. El chico “planificaba” porque ella no podía ni plantear. No era elegancia, era desigualdad estructural. Ahora podéis elegir, proponer, llevar la voz cantante, coger el coche, pagar la cuenta, montar el plan… pero resulta que no os apetece. Preferís que os entretengan, os lleven, os saquen, mientras vosotras os “ponéis monas”. ¿Dónde está el empoderamiento que tanto predicáis? ¿No era eso lo que queríais? Pues la iniciativa va de la mano. No vale exigir igualdad cuando toca cobrar, pero pedir trato de reina cuando toca actuar. La frase “qué hacemos” no es falta de iniciativa, es respeto. Es reconocer que sois adultas con agencia, no floreros decorativos esperando que otro os organice la noche. Lo que molesta no es la pregunta, es la carga de tener que pensar, decidir y corresponder. Lo que molesta es que la pasividad ya no viene con premio. Y claro, si no hay pedestal asegurado, empieza la nostalgia selectiva. No es que antes fuera mejor. Es que antes os salía más barato.